jueves, 19 de agosto de 2010

La confesión de Aristóteles

“El me enseñó la profundidad interior de la Torá, mostrándome muchas perspectivas brillantes a partir de estas instrucciones de vida. Me di cuenta de cuan tonto fui al no reconocer que Di-s puede manipular las leyes de la naturaleza y de que mucho de lo que sucede en el mundo es dirigido por El” [Aristóteles].
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Por Yehuda Frischman

Publicado con autorización de Breslev Israel: http://www.breslev.co.il/

Traducción del inglés: Juan Mayorga-Zambrano

El primer principio de la medicina tradicional judía consiste en reconocer a Di-s en todos los aspectos de nuestra vida, y en conocer que mientras más Lo tomamos en cuenta, más Se nos revela, mostrándonos la dulzura de nuestra existencia.

Hace poco, mientras me iba sumergiendo en el estudio del Me’am Loez, me encontré una carta fascinante allí contenida, del gran filósofo griego Aristóteles a su estudiante, Alexander el Grande de Macedonia, que me gustaría compartirles sin comentarios:
“Bendito es El, quien abre los ojos de los ciegos y muestra a los pecadores el verdadero camino. Sea El alabado en una manera apropiada pues yo no se cómo hacerlo por la gran bondad y misericordia que ha derramado sobre mí. Le estoy eternamente agradecido por guiarme fuera de la necedad a la que dediqué toda mi vida”.

“Toda mi vida profundicé en la filosofía para explicar los fenómenos de la naturaleza de una manera lógica. Escribí muchos libros sobre estos tópicos. Finalmente, en el ocaso de mi vida, tuve la oportunidad de entablar una conversación con un sabio judío. No me tomó mucho para reconocer su gran sabiduría. El me ayudó a entender cuán grande es la Torá que fue entregada en el Monte Sinaí”.

“El me enseñó la profundidad interior de la Torá, mostrándome muchas perspectivas brillantes a partir de estas instrucciones de vida. Me di cuenta de cuan tonto fui al no reconocer que Di-s puede manipular las leyes de la naturaleza y de que mucho de lo que sucede en el mundo es dirigido por El”.

“Al darme cuenta de todo esto, decidí dedicarme a explorar la sabiduría de la Torá. No me tomó mucho reconocer que la Torá está sustentada en los principios correctos, en tanto que los axiomas de la filosofía son realmente arbitrarios”.

“Por tanto, mi hijo, Alexander, te escribo esta carta para decirte que la gran mayoría de mis teorías concernientes a las leyes de la naturaleza son falsas. En tanto que la naturaleza efectivamente existe, Di-s es el Señor del universo, y dirige todas las cosas como mejor le parece. De forma pública les digo a todos que no deberían perder el tiempo con mis libros. No deberían mirarlos, ni tocarlos con sus manos. Es pecaminoso perder el tiempo en las falsas teorías que yo expuse”.

“Siento que he salvado mi alma al admitir mi error. Espero no ser tenido por culpable a causa del pasado, puesto que actúe por ignorancia. Pero ahora he revelado al público que estuve equivocado y que me duele el corazón por el tiempo que desperdicié en mis necias teorías. Aquellos quienes gasten su tiempo en mis libros merecerán, por tanto, ser castigados”.

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